La Verdad

En esta sexta reflexión Eduardo quiere hacer un paréntesis y darnos unas palabras cargadas de silencio, de expiración, de escucha y como no de reflexión. Gracias de nuevo por acercarnos a cada momento.

 

 

La Verdad

 

Hacemos un alto, muy alto, ahora que tocaba explicar, una por una, las virtudes, porque empieza la Semana Santa. Un alto muy alto y un gran silencio. Toda palabra va a quedarse pequeña. Ha llegado la Hora. Podríamos hablar hasta aburrirnos. Podríamos saber todas las cosas. Decir, un día y otro, “aquí lo que hace falta es…”. Ya te digo. Incluso “para que te enteres, la verdad es que tal y cual…”. Tal para cual, porque todos somos un poco iguales.

 

A veces, sin embargo, es preciso estarse mudo. Porque ahora es Dios quien va a hablar, y lo único sensato es echarse por tierra. Nos lo enseña la liturgia, cuando pide al sacerdote, en los oficios del Viernes Santo, que primero, antes de nada, se postre ante la Cruz.

 

Cada corazón la suya. Su pregunta y su asombro. Cada uno el suyo. Pero a la vez ahí van reunidos el asombro y las preguntas que recorren la tierra, que atraviesan la historia. ¿De dónde esta grandeza, y este anhelo de vida, que parece que no nos cabe dentro del pecho, este deseo de andar, con los pies descalzos para siempre, sin nada que temer, en el Paraíso? ¿Y este dolor, este sufrimiento…? Cuando amamos nos sorprende la alegría. Cuando pasa la muerte, nuestra fragilidad. ¿Quiénes somos y qué hemos hecho?

 

Si alguna vez oíste en tu corazón esta pregunta… ¿dónde estaba Dios cuando……?

Yacía en un pesebre. Y ha subido a la Cruz.

 

Así que ahora, ¿la verdad? La verdad no es que aquí yo sé lo que hace falta…., ni la verdad es que tú eres tal y cual.

 

Él es la Verdad, que a pesar de ser Dios se hizo hombre:

Cristo, a pesar de su condición divina

no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango

y tomó la condición de esclavo

pasando por uno de tantos.

 

Y así, actuando como un hombre cualquiera,

se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,

y una muerte de cruz.

 

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el <<Nombre-sobre-todo-nombre>>;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. (FLP 2, 6-11)

 

Todo lo que somos reunido en este amor, en este misterio:

la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Escribir comentario

Comentarios: 0